Lo aprendido por Asociación Goizargi Elkartea

Cuando creemos que estamos al límite, que ya no tenemos fuerzas para mirar adelante y dar un paso más, muchas veces la vida nos coloca y se empeña en demostrarnos que somos más fuertes de lo que pensamos. La pandemia ha sido una de esas veces. Estamos sobreviviendo a una crisis sanitaria que jamás hubiéramos pensado vivir y para la que nadie ni nada nos había preparado. No nos veíamos capaces de afrontarla, pero ahora somos conscientes de la capacidad que hemos tenido y seguimos teniendo, no lo olvidemos. El aprendizaje ha sido extraordinario.

Nos hemos sorprendido con la de horas que somos capaces de hablar por teléfono, de compartir momentos a través de una pantalla. Tomarnos un café o una cerveza con las mismas ganas, aunque no podamos “brindar”. Hemos aprendido que nuestros vecinos están ahí, son cercanos y podemos contar con ellos. Que tenemos una magnífica red social que ha demostrado una solidaridad asombrosa. También que no pierde la alegría ante las dificultades y una adaptación digna de reconocer. Hemos aprendido que la manta y el sofá también es un buen plan; que los niños y niñas son una esponja de conocimientos, pero también maestros de grandes lecciones.

Pero, sobre todo, hemos aprendido que podemos estar cerca sin tocarnos, el contacto sigue ahí. Que, aunque nos tapemos la boca, podemos comunicar con los ojos; que en la oscuridad somos capaces de encontrar luz. Y que hasta los momentos más difíciles sirven para algo. Hemos aprendido la importancia del yo y la importancia del nosotros. De la red, el soporte, el vínculo que tenemos: lo que supone tenerlo y no tenerlo,

Que importante ha sido darnos cuenta que sin día no hay noche, que sin luz no hay oscuridad, que sin miedo no hay alegría… Antes teníamos puesta la mirada en una parte de la vida y nos hemos dado cuenta de que las dos se complementan, que una sin la otra no existirían.

Juntas, juntos podemos.

Dignos de descubrir el mundo

“Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos y todas” es el cuarto de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados por Naciones Unidas, que deben alcanzarse antes del año 2030.

Esta idea del Jardín de la Memoria-Irunlarrea me parece muy original, porque abre muchas puertas a la reflexión y, sobre todo, a la imaginación. Su recorrido es infinito y me gustaría escribir una pequeña aportación.

Habla Irunlarrea del recuerdo de lo perdido, el agradecimiento al esfuerzo y a la solidaridad y, también, de la necesidad de pensar en los errores cometidos y en el mundo que deseamos.
La reflexión acerca de los pilares de nuestra civilización posee numerosas ventanas a través de las que descubrirnos, y de las que explorar nuestro futuro.
Si, además, tenemos en cuenta la imprescindible participación ciudadana para el éxito de este proyecto, nacido a su vez de una iniciativa social, me parece absolutamente necesario implicar a la comunidad educativa en este Jardín.

Decía A. Camus, en su obra “El primer hombre”, que el maestro «alimentaba en ellos el hambre de descubrir» y les hacía «sentir por primera vez que existían y eran objeto de la más alta consideración». «Se los juzgaba dignos de descubrir el mundo». Si realmente apostamos como sociedad por juzgar como dignos a niños y niñas, entiendo que los responsables educativos deberían impulsar su participación en este Jardín de la Memoria-Irunlarrea.

Porque su opinión, la del alumnado, es fundamental, porque debemos escuchar y tomar nota de quienes están aprendiendo y descubriendo el mundo, porque debemos valorar la enorme capacidad de los más jóvenes para sobreponerse a la adversidad, y porque la educación sigue siendo un instrumento esencial para superar las diferencias que impone la cuna, para que cada ser humano acceda al conocimiento, en su sentido más genuino, sobre sí mismo, sobre el mundo y sobre los otros.

Irunlarrea pretende ofrecer un lugar a los olvidados para que, como escribía Camus, no tengan que caminar “en las noches de los años por la tierra del olvido». Y también quiere agradecer y, por tanto, aprender a agradecer. ¿Qué mejor oportunidad para nuestra sociedad que los más jóvenes aprendan y nos enseñen a hacerlo?

Animar a la comunidad docente a emprender proyectos educativos, de cualquier asignatura, con este Jardín de la Memoria-Irunlarrea como herramienta formativa, nos enriquecería a todos y a todas.

No podemos olvidar que «la supervivencia, la estabilidad y el progreso de todas las naciones y, de hecho, de la civilización humana», dependen en gran medida del modelo educativo y esta oportunidad/invitación que brinda el Jardín de la Memoria-Irunlarrea es sin duda muy interesante.

Emociones para sanar

¿Qué preguntas tengo que hacerme para buscar respuestas? Me voy a permitir reflexionar, buceando en mi corazón, en un año 2020, profundamente surrealista, e intentar trasladar mis emociones a un papel. ¿Por qué? Para sanar, para compartir, para transformar una extraña realidad en algo más humano, más emocional, más cercano… casi terapéutico.

¿Cómo me siento?

Como un junco en el borde del río que está siendo empujado por el viento; que no sabe en qué dirección irá cuando sople de nuevo; que no conoce más allá de lo que ve y que se siente impotente ante las consecuencias de lo que le rodea.

¿Acepto la realidad?

Definitivamente no. Soy humana, no soy perfecta e infinitamente sensible. Me cuesta pasear por las calles y ver a todas las personas con “bozal”. Me apena no poder abrazarme, tocarme y disfrutar de tanta gente como antes. Es difícil aceptar la incertidumbre, no saber qué va a pasar el mes que viene con todo esto. Quiero recuperar mi vida.

¿Qué he aprendido de esta experiencia?

Que no tenemos el control de nuestras vidas. Que somos vulnerables. Que tenemos que ser más humildes. Que no necesitamos tantas cosas. Que lo que importa es VIVIR.

¿Qué futuro deseo?

Un mundo donde las personas den valor a lo humano por encima de todas las demás consideraciones; donde, a pesar de haber perdido a tantas personas, se reconstruya la sociedad desde pilares tan fundamentales como: la solidaridad, el reparto de la riqueza, la unidad de acción, la creatividad con nuevas formas de economía, las oportunidades para todos, etc.

Los recuerdos de una crisis como ésta, deben de sentar las bases de una profunda reflexión de toda la sociedad, y de ésta a imaginar nuevos caminos donde quepamos todos.

Veo una luz en mi corazón que se llama ESPERANZA.

Ester Ortiz