Dignos de descubrir el mundo
“Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos y todas” es el cuarto de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados por Naciones Unidas, que deben alcanzarse antes del año 2030.
Esta idea del Jardín de la Memoria-Irunlarrea me parece muy original, porque abre muchas puertas a la reflexión y, sobre todo, a la imaginación. Su recorrido es infinito y me gustaría escribir una pequeña aportación.
Habla Irunlarrea del recuerdo de lo perdido, el agradecimiento al esfuerzo y a la solidaridad y, también, de la necesidad de pensar en los errores cometidos y en el mundo que deseamos.
La reflexión acerca de los pilares de nuestra civilización posee numerosas ventanas a través de las que descubrirnos, y de las que explorar nuestro futuro.
Si, además, tenemos en cuenta la imprescindible participación ciudadana para el éxito de este proyecto, nacido a su vez de una iniciativa social, me parece absolutamente necesario implicar a la comunidad educativa en este Jardín.
Decía A. Camus, en su obra “El primer hombre”, que el maestro «alimentaba en ellos el hambre de descubrir» y les hacía «sentir por primera vez que existían y eran objeto de la más alta consideración». «Se los juzgaba dignos de descubrir el mundo». Si realmente apostamos como sociedad por juzgar como dignos a niños y niñas, entiendo que los responsables educativos deberían impulsar su participación en este Jardín de la Memoria-Irunlarrea.
Porque su opinión, la del alumnado, es fundamental, porque debemos escuchar y tomar nota de quienes están aprendiendo y descubriendo el mundo, porque debemos valorar la enorme capacidad de los más jóvenes para sobreponerse a la adversidad, y porque la educación sigue siendo un instrumento esencial para superar las diferencias que impone la cuna, para que cada ser humano acceda al conocimiento, en su sentido más genuino, sobre sí mismo, sobre el mundo y sobre los otros.
Irunlarrea pretende ofrecer un lugar a los olvidados para que, como escribía Camus, no tengan que caminar “en las noches de los años por la tierra del olvido». Y también quiere agradecer y, por tanto, aprender a agradecer. ¿Qué mejor oportunidad para nuestra sociedad que los más jóvenes aprendan y nos enseñen a hacerlo?
Animar a la comunidad docente a emprender proyectos educativos, de cualquier asignatura, con este Jardín de la Memoria-Irunlarrea como herramienta formativa, nos enriquecería a todos y a todas.
No podemos olvidar que «la supervivencia, la estabilidad y el progreso de todas las naciones y, de hecho, de la civilización humana», dependen en gran medida del modelo educativo y esta oportunidad/invitación que brinda el Jardín de la Memoria-Irunlarrea es sin duda muy interesante.